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Yo pensaba que en este pueblo pequeño no había asesinos

decía en los años del terror un poeta de mi ciudad, Luís Pimentel

Los miles de horas, de siglos que hicieron falta para hacer un hombre,

decía de aquella Galicia en las cunetas.

Dejar a los hombres sin alimento es una falta que ninguna circunstancia atenúa, a ella no se aplica la distinción de lo voluntario y lo involuntario, escribió en el siglo I el Rabino Yochanan ben Zakai.

¿Qué puede, hoy, entrar en este poema?

¿Qué cielo destruido puede entrar en este poema?

¿Qué número macabro de niños muertos puede caber aquí?

¿Cuál es la distancia entre el rostro que lanza una bomba y el rostro del niño muerto?

¿Cuál es el límite entre la televisión y el rostro del niño muerto?  ¿Entre el teléfono que sostengo en las manos y el rostro del niño muerto?

230 niños asesinados

534 niños asesinados

724 niños asesinados

1020 niños asesinados

¿Va mejor con el poema decir muerto que asesinados?

En la Tierra Prometida la muerte llueve en el rostro de los niños asesinados

Yo no tengo derecho a escribir este poema

Lo real del poema no es ninguna seducción

Es un rostro.

En mi casa me hablaron de una mujer a quien tronzaron la lengua

Fueron los policías de otra tierra prometida. Le hicieron cosas que no se pueden decir

Le llamaban loca porque a todo mundo se las contaba

Porque los policías de la tierra prometida eran sus vecinos

porque nunca nadie le pidió perdón y sólo tenía trece años.

¿Cómo entra en el poema lo que no se puede decir?

Humano es el dolor

el dolor tiene letra en esta boca

en tu boca, en mi boca, en nuestra boca,

el dolor se mastica, lo masticamos, el dolor está dentro de la palabra

en los ojos de los pájaros.

Lo inhumano aún se resiste a ser dicho

como si el lenguaje no quisiese

pronunciar lo que no debiera haber sido

lo que nunca debiera haber sido

un resto de amor ciego de la lengua.

La Tierra prometida está armada

diente por diente en la tierra prometida

El mar embate con la pared de un muro.

Ninguna idea de sí que se cierre sobre sí es el poema

Ninguna idea de sí que se cierre sobre sí es la tierra prometida

Ningún sueño negro viene de ningún sueño

negro sueño negra tierra prometida.

Lo que no se puede decir salta con el mando de la televisión

De un canal a otro el ruido el ruido sordo de lo que no se puede decir

La mujer de la que me hablaron en la casa grita en la televisión

Nadie le ve el rostro.

Cierro los ojos en el poema

todos los nombres, todos los nombres de los números, todos los rostros de todos los números, todos los rostros que la historia engulle

Un pueblo sin luz, sin agua, sin salida

Aceptarás lo inaceptable cuanto más expuesto se muestre

cuanto más aparezca en la televisión

Una vez y otra el ángel de la historia que se retira.

Lo que no se puede decir rueda en silencio contra nosotros

Lo que no se puede decir ahoga el cristal de la historia

En la tierra prometida todos creen ser asesinos

En la tierra prometida todos huyen de todos

En la televisión un niño pincha los ojos de los pájaros

La rueda de silencio del mundo es la tierra prometida

El poema rompe la promesa

Ningún poder, ningún destino, por sobre esta tierra y este cuerpo

El poema rompe la promesa

que lo hizo nacer

y se retira.

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