Imagem: Owen Land
Tiago Araújo. Respirar debaixo da água. Averno, 2013.
Sétimo canto de maldoror
no meu círculo familiar sabe—se
que na infância estive quase a afogar-me
num rio calmo. a gravidade da situação pode ter sido
exagerada, mas essa tarde quente tornou—se numa das ficções que
ajudam a definir a personalidade.
alguns anos depois passei a ver—me como
o afogado, o rapaz que respira debaixo de água,
onde os sons são distorcidos à passagem da boca.
como é habitual nas pessoas a quem é dada uma
segunda oportunidade tenho-a desperdiçado
sem sentimentos de culpa, por saber
agora que as expectativas de criança nunca podem ser cumpridas,
por assentarem num ambição totalmente afastada
do funcionamento do mundo.
os que não morrem novos prolongam por mais tempo o leite dos fracassos.
independentemente do que digam as teorias literárias
sobre a autonomia da obra em relação ao autor,
sem biografia é difícil continuar a escrever.
talvez se fosse menos feliz, bebesse mais, fosse mais radical
nas convicções ideológicas, mais violento
no amor, fosse possível prolongar as frases interrompidas pelos
jogos das crianças que correm em circulos no relvado, lá fora, ou
por outros motivos igualmente válidos.
assim, só me resta começar a roer as unhas, para
passar o tempo, e depois continuar a roer a roer
até chegar às partes mais tenras de um corpo visível,
preservado das intempéries
pela opção de ficar em terra, mas não do luto dessa perda.
porque
sinto a adolescência como um membro amputado que
continua a doer depois de desaparecido. uma
dor fantasma num corpo fantasma, trazida de uma era
em que a música começava a definir a personalidade e a hiena
do desejo
inaugural e não saciado
devorava as entranhas durante todo o dia, durante
toda a noite.
a música e o desejo, dos quais, por convenção, se fingia
perceber muito mais muito mais
do que na realidade.
depois, como sabes,
entramos todos na vida adulta como
quem no mar sai para fora de pé,
sem consciéncia do perigo
e controlo reduzido sobre a direcção de uma quilha
de vértebras, coberta de limo.
a realidade, como a água, devolve sempre os corpos que engole.
há-de devolver-me a terra uma segunda vez,
mais cedo ou mais tarde, quase intacto e com a suspeita renovada
de que a nossa tarefa é apenas a de
ajudar a prolongar ainda mais o fin do século vinte
até que alguém mais hábil nos suceda.
Séptimo canto de maldoror
en mi círculo familiar se sabe
que en la infancia estuve a punto de ahogarme
en un río calmo. la gravedad de la situación puede haber sido
exagerada, pero esa tarde cálida se convirtió en una de las ficciones que
ayudan a definir la personalidad.
algunos años después pasé a verme como
el ahogado, el niño que respira bajo el agua,
donde los sonidos son distorsionados a su paso por la boca.
como es habitual en las personas a quienes es dada una
segunda oportunidad la he desperdiciado
sin sentimientos de culpa, por saber
ahora que las expectativas de la infancia nunca pueden ser cumplidas,
por asentarse en una ambición totalmente alejada
del funcionamiento del mundo.
los que no mueren jóvenes prolongan por más tiempo la leche de los fracasos.
independientemente de lo que digan las teorías literarias
sobre la autonomía de la obra en relación al autor,
sin biografía es difícil continuar escribiendo.
tal vez si fuese menos feliz, bebiese más, fuese más radical
en las convicciones ideológicas, más violento
en el amor, sería posible prolongar las frases interrumpidas por los
juegos de los niños que corren en círculos sobre el césped, allá fuera, o
por otros motivos igualmente válidos.
así, sólo me resta comenzar a roer las uñas, para
pasar el tiempo y después continuar royendo royendo
hasta llegar a las partes más tiernas de un cuerpo visible,
resguardado de las intemperies
por la opción de permanecer en tierra, pero no del luto de esa pérdida.
porque
siento la adolescencia como un miembro amputado que
continúa doliendo después de desaparecido. un
dolor fantasma en un cuerpo fantasma, traída de una era
en que la música comenzaba a definir la personalidad y la hiena
del deseo
inaugural y no saciado
devoraba las entrañas durante todo el día, durante
toda la noche.
la música y el deseo, de los cuales, por convención, se fingía
entender mucho más mucho más
que en realidad.
después, como sabes,
entramos todos en la vida adulta como
quien del mar sale de pié,
sin consciencia del peligro
y control reducido sobre la dirección de una quilla
de vértebras, cubierta de limo.
la realidad, como el agua, devuelve siempre los cuerpos que engulle.
ha de devolverme a tierra una segunda vez,
más tarde o más temprano, casi intacto y con sospechas renovadas
de que nuestra tarea es apenas la de
ayudar a prolongar todavía más el fin del siglo veinte
hasta que alguien más hábil nos suceda.