Imagem: Neo Matloga
Arturo Borra
Para trazar lo imposible (Amargord, 2013)
POÉTICA DE LA REVUELTA
[…]
Un fantasma recorre el mundo. Aunque quieran conjurarlo, lo imprevisible está aconteciendo: la revuelta sobrevuela los escombros.
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A pesar del consenso mortífero, el acontecer ha estallado. Sobran padres benevolentes: no se trata de una aventura de juventud.
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A cada paso, una mina estalla. El paisaje resulta desolador, pero las grietas no dejan de multiplicarse. Sólo nosotros podemos ensancharlas.
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Los saqueadores son encumbrados, los deshauciados olvidados. Y sin embargo, el saqueo es cada vez más visible.
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La revuelta late. Si indignarse es resistirse a perder la dignidad, la rebelión es su acto más genuino: la esperanza de los condenados.
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Buscarán restaurar las jaulas, asfixiar cualquier atisbo, ocultar el peligro en el que asienta todo lo habitual.
Contra lo previsible, horadar la normalidad del crimen.
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Ante la clausura, una multitud arriesga lo desconocido, sostiene la promesa del viento.
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Nacemos en una brecha. En las fracturas de la gramática.
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Más allá del sacrificio como moneda de cambio-la añoranza.
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No basta gritar si nadie escucha. No hay promesa de justicia sin desplazamiento hacia lo imposible.
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Sólo final abierto: horizonte. Y el recuerdo perturbador de las ruinas.
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Más allá del teatro de la representación.
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Insistir en el riesgo de naufragar es vano cuando hablamos desde el naufragio. Sólo desde ahí construimos balsas.
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Quieren imponer el miedo en los cuerpos, mientras insisten en redimirnos.
La razón de estado hace manifiesta la locura homicida del orden.
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No resignarse a la crisis sino poner en crisis la resignación. Nuestro sueño parte de la pesadilla a la que quieren condenarnos.
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La amenaza cernida nos ensombrece. Las promesas brillan.
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Los saqueadores no saben que cada noche cavamos bajo sus muros blancos.
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Lo imposible vuelve a ser posible. Del trabajo del sueño, acunado en la memoria sus derrotas, depende la reescritura de la historia.
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Insisten en que no hay más caminos mientras intentan borrar las huellas que nos llevan a otro sitio.
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El porvenir se juega en quienes no aceptan vivir de rodillas. Aunque deban permanecer suspendidos en el aire.
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La indignación tiene la edad de la injusticia.
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En cualquier parte donde late un deseo, hay una grieta que se abre, desafiando la desesperanza.
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Mientras ellos se apresuran a silenciar promesas dichas en voz baja, una multitud escribe otra historia. El eco insurrecto de Durruti resuena todavía: “Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones; y ese mundo está creciendo en este instante”.
POÉTICA DA REVOLTA
[…]
Um fantasma percorre o mundo. Ainda que o queiram conjurar, o imprevisível acontece: a revolta sobrevoa os escombros.
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Apesar do consenso mortífero, o acontecer estalou. Sobram pais benevolentes: não se trata de uma aventura da juventude.
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A cada passo, uma mina estala. A paisagem desoladora, mas as gretas não deixam de multiplicar-se. Apenas nós podemos alargá-las.
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Os saqueadores são alçados, os desalojados esquecidos. E contudo, o roubo é cada vez mais visível.
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A revolta lateja. Se indignar-se é resistir a perder a dignidade, a rebelião é o seu ato mais genuíno: a esperança dos condenados.
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Tentarão reconstruir as jaulas, asfixiar qualquer vislumbre, ocultar o perigo em que assenta todo o habitual.
Contra o previsível, perfurar a normalidade do crime.
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Perante a clausura, uma multidão arrisca o desconhecido, sustém a promessa do vento.
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Nascemos numa brecha. Nas fraturas da gramática.
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Para lá do sacrifício como moeda de troca -a saudade.
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Não chega gritar se ninguém escuta. Não há promessa de justiça sem deslocamento ao impossível.
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Único final aberto: horizonte. E a lembrança perturbadora das ruínas.
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Para lá do teatro da representação.
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Insistir no risco de naufragar é vão quando falamos desde o naufrágio. Somente daí construímos balsas.
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Querem impor o medo nos corpos, enquanto insistem em redimir-nos.
A razão de estado torna clara a loucura homicida da ordem.
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Não resignar-se à crise, mas pôr em crise a resignação. O nosso sonho parte do pesadelo a que querem condenar-nos.
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A ameaça pairadora ensombra-nos. As promessas brilham.
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Os saqueadores não sabem que em cada noite cavamos por baixo os seus muros brancos.
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O impossível volta a ser possível. Do trabalho do sonho, embalado na memória das derrotas, depende a reescrita da história.
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Insistem em que não há mais caminhos, enquanto tentam apagar as pegadas que nos levam a outro sítio.
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O porvir joga-se por quem não aceita viver de joelhos. Ainda que devam permanecer suspensos no ar.
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A indignação tem a idade da injustiça.
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Em qualquer parte onde lateja um desejo, há uma greta que se abre, desafiando a desesperança.
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